El Zodíaco Cáncer y la Luna

Aún recuerdo mi primera jugada un miércoles por la noche—$1 de apuesta, sin expectativas, solo el brillo del horizonte de Chicago desde mi ventana. Mi madre, una mujer negra del South Side, susurró: ‘La suerte no está en los dados. Está en el ritmo.’ Mi padre, un irlandés católico del North Side, rió y dijo: ‘Las estrellas no mienten—solo hay que escuchar.’ Esa noche no gané. Pero seguí jugando. Rastreé cada juego como poesía: tasas de victoria fijadas al 90-95%, bonificaciones sincronizadas con ciclos lunares, umbrales calibrados por paciencia emocional—no por codicia algorítmica. El ‘Zodíaco Cáncer’ no es una máquina tragamonedas. Es un santuario donde la luz de luna encuentra las matemáticas.